El viaje de Antonin Artaud a México en 1936 fue ante todo un viaje de iniciación, aunque en algún sentido también uno de iluminación y alienación.

Su llegada a Xalapa, ocho décadas después, se da de manera simbólica, en el pequeño teatro de camára que lleva su nombre y que tiene como propósito central  «la cultura en acción», donde el acto teatral «se convierte en un órgano nuevo, una suerte de soplo de vida secundario», como lo señalaba Artaud en su ensayo icónico «El teatro y su doble», que derivará en el principio del «teatro de la crueldad… que puede ser identificada con una especie de pureza moral severa que no teme pagar a la vida el precio que sea necesario.»

Lorenzo León, ha diseñado en su propia casa un espacio escénico minimalista, donde un máximo de diez espectadores puede asistir a experiencias teatrales que quieren rondar lo extraordinario y por qué no, donde como refiere Artaud «el verdadero teatro, por ser móvil y por valerse de instrumentos vivos, sigue agitando sombras en las que la vida no ha cesado de pulsar». 

En «Mexica Magyar», experiencia escénica que se presenta en la Sala Antonin Artaud, con iluminación y sonorización de Jusell Cruz, y que se acerca al ideal artaudneano, Emilio Águila, nahual simbólico, encarna al performer «que no hace dos veces el mismos gesto, pero que hace gestos, se mueve y sin duda brutaliza las formas, pero detrás de esas formas, y debido a su destrucción, llega a eso que sobrevive a las formas y las vuelve animadas y las imágenes lanzadas provocan una reacción en el organismo… y dejan sobre el espectador una marca que no se borrará jamás».